La batalla comienza.

 

  Engalanados con armaduras improvisadas los combatientes entran en un acotado campo de batalla. Se protegen con cascos, ropa ignífuga, guantes. Sellan mangas, perneras y bolsillos.

 

  La cordà es una guerra a discreción, una piromaquia. No importa a quien  se lancen los cohetes mientras se haga inmerso en un fuego cruzado y sin control.

 

 La cordà y el correfoc se han convertido en celebraciones ígneas que no ostentan exclusividad con ninguna fiesta. Ello les permite gozar de una envidiable promiscuidad festiva.